En los últimos años la ganadería ovina ha sufrido una revolución donde la tecnología, la investigación y la mejora genética han incrementado la productividad, la rentabilidad y la calidad de vida de los ganaderos. Puede parecer futurista, pero no, es la ganadería del presente. Conoce todos los detalles de la mano de Antonio Enfedaque, ganadero de Oviaragón-Grupo Pastores.
Posiblemente, si uno se para a pensar en los oficios en los que ha influido la tecnología lo primero que le venga a la cabeza sean sectores como el de las telecomunicaciones, la ingeniería o la medicina; olvidando por completo uno de los oficios más antiguos de la historia: la ganadería. Un sector que como tantos otros se ha reinventado y adaptado. Y es que atrás ha quedado la imagen del ganadero que con sus manos, una vara y algún que otro animal se bastaba para dirigir la explotación. Actualmente, la ganadería se ha convertido en una actividad en la que la tecnología, la investigación genética y la mejora continua están a la orden del día. Al menos si uno quiere diferenciarse y aportar a sus productos un valor añadido. De todo esto sabe –y mucho– el ganadero Antonio Enfedaque, socio de la cooperativa Oviaragón-Grupo Pastores desde 2005; y que hoy, junto a su hijo Ángel y un pastor asalariado, dirige su explotación familiar San Isidro S.C. en Villanueva de Gállego.
Una explotación en la que hasta hace unos años también trabajaba Julio, el abuelo de la familia, al que la edad ha obligado a ceder el testigo a las siguientes generaciones. Una explotación en la que el afán por mejorar siempre ha estado muy presente. Y Antonio bien lo sabe. A sus 54 años aún recuerda los esfuerzos que su progenitor y él tuvieron que realizar durante mucho tiempo para conseguir las 2.200 ovejas de Rasa Aragonesa que poseen actualmente. “Cuando empezamos con las ovejas teníamos de todas las razas. Entonces, me pegué 10 años seleccionando animales de forma visual para tener un rebaño homogéneo”, señala. Diez años de intenso trabajo en los que tuvo que desarrollar el ingenio hasta el punto de aprender a identificar el color exacto de las ovejas que aspiraba a conseguir: la Rasa Aragonesa. Una raza autóctona de la que se obtiene el Ternasco de Aragón, una carne hecha, joven y de color rosado ya que se obtiene de un animal sano y bien alimentado.
Testarudo y de convicciones firmes, Antonio está acostumbrado a trabajar concienzudamente para conseguir el objetivo que se propone. Una manera de ser que le ha permitido formar parte de la Indicación Geográfica Protegida de Ternasco de Aragón y del libro genealógico de la Rasa Aragonesa con la asociación UPRA (Unidad de Planificación Rural Agropecuaria). También, que su explotación pueda considerarse un referente dentro del sector de la ganadería ovina. Algo que evidencian los premios que ha recibido hasta el momento. Ciertos premios que le enorgullecen pero que tampoco se le suben a la cabeza. No obstante, reconoce que el más importante para él fue el premio a la Biodiversidad que recibió en 2015 ya que lo considera un homenaje a su padre, Julio; el reconocimiento al esfuerzo realizado durante tantos años de trabajo.
Actualmente, la explotación familiar tiene un rebaño con un índice de pariciones muy elevado y unas características genéticas tan buenas que venden borregas –ovejas de menos de un año– a ganaderos que quieren adquirir animales de condiciones genéticas excelentes. Incluso, con el paso del tiempo, se han hecho con una clientela fija que les pide corderas para vida año tras año. Porque los resultados han sido buenos y su reputación ya les precede. Sin duda, un reconocimiento que se han ganado a pulso por la minuciosa labor que realizan día a día. “Cuando criamos una oveja para venderla a otro ganadero le hacemos mil comprobaciones junto al equipo veterinario de Oviaragón. La miramos, la examinamos, le sacamos sangre, vemos si es estéril, si tiene o puede tener alguna enfermedad, su capacidad reproductiva… Todo”, comenta Antonio. Todo para conseguir que las ovejas que comercializan no sean simplemente buenas, sino excelentes. Precisamente, esta es una de las razones por las que pertenece a Oviaragón, donde entre otros servicios cuenta con el apoyo profesional de un equipo veterinario. Algo que le permite estar al día de cuantas mejoras se producen dentro del mundo del ovino. Prueba de ello son los planes EVO…LUCIONA que ha aplicado hasta la fecha. Varias tecnologías desarrolladas por Oviaragón-Grupo Pastores que permiten incrementar la rentabilidad de las explotaciones y mejorar la calidad de vida de los socios; que es la misión de la cooperativa.
Entre todos los planes EVO destacan el control de ovejas infértiles y la selección para incrementar los partos dobles. Así como el testaje de machos, con el que se detectan los más productivos. Otros dispositivos electrónicos empleados en los planes EVO son los siguientes: una app que permite analizar el día a día de la explotación; un pastor eléctrico para custodiar a las ovejas y un gps con el que conocer la ubicación del animal. Además del uso de crotales electrónicos y el lector sira, que permiten realizar controles periódicos y transmitir la información vía satélite a una base de datos para detectar así los mejores animales. Una extensa lista de herramientas a la que Antonio debe sumar la maquinaria agrícola que ha adquirido recientemente y la nave que mandó construir hace dos años para resguardar los animales. Una nave de amplias dimensiones que destaca por su excelente higiene, lograda mediante la puesta en práctica del protocolo de desinfección desarrollado por el Equipo Veterinario de Oviaragón-Grupo Pastores. Una acción de suma importancia, pues las buenas condiciones higiénicas reducen la cantidad de corderos enfermos y el uso de antibióticos. Todas las acciones mencionadas han supuesto tiempo y dinero ya que ha invertido unos 400.000€. Un coste importante que Antonio debe asumir y amortizar anualmente.
Sin embargo, lejos de la conmoción que esa cifra provocaría en el cerebro de cualquier mortal de clase media, Antonio no se alarma. Y no se debe a la insensatez o a la falta de conciencia. Simplemente, es la manera de reaccionar de una persona cuyo mantra es que “no hay mal que cien años dure”. Una persona acostumbrada a sobreponerse a las adversidades y a trabajar “como sea” para cumplir. “Si hay algún año en el que no salen las cuentas lo que hay que hacer es optimizar los costes para que haya más producción, para que podamos vender más y tengamos más ingresos. Ten en cuenta que nosotros buscamos la rentabilidad en la producción”, afirma. Por eso, uno de sus caballos de batalla es la planificación de las cubriciones para que las ovejas paran únicamente cuando a ellos les interesa. Un proceso detallado y cuidado para el que, como en la mayoría de las acciones que realiza, se vale de un dispositivo electrónico. Reconoce que actualmente hay ganaderos que pueden apañárselas sin tanta tecnología, pero también que no es su caso. Porque Antonio apuesta por la diferenciación, por ese valor añadido que hace del producto algo único. Quizá su afán por mejorar se deba a su carácter curioso o a la necesidad que siente de aprender todo el tiempo. Sea como sea, el caso es que la explotación familiar San Isidro S.C. sigue mejorando y avanzando. Al parecer, al mismo ritmo que la tecnología.
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